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Entrevista a Hansel Hernández – «A contracorriente»

1º Antes de hablar de tu libro, cuéntanos un poco sobre ti: ¿cómo describirías a la persona detrás de A contracorriente?

Soy un joven como muchos otros, marcado por la realidad de mi país de origen y por mi propia historia en él, que abarca casi toda mi vida. Desde muy temprano mi familia, en especial mis padres, se preocupó porque tuviera una correcta educación, no solo en conocimientos de historia, matemáticas o lengua, sino también en modales y valores. Estos últimos creo que son los que más me definen. Soy de los que aplica el refrán “haz bien y no mires a quién”; al final del día, lo más importante para mí es haber obrado bien y poder dormir con la conciencia tranquila.

Por la atención de mis padres y su interés en mi formación, como antes menciono, fui un muy buen estudiante: casi todas mis notas académicas eran excelentes o sobresalientes. Hice mi bachillerato en una escuela especial dedicada a preparar y formar a la élite estudiantil, habiendo solo una de estas escuelas en cada provincia, y es algo de lo que estoy muy orgulloso. Cursé la carrera universitaria que siempre me gustó, la Licenciatura en Derecho, en la universidad de mi provincia.

Creo que, si hay algo que me caracteriza más allá de mi gusto insaciable por la historia, es que hablo mucho. Sí, siempre tengo un tema de conversación, siempre puedo darte un dato curioso sobre algo y, sobre todo, debatir sobre cualquier cosa. Si a eso le sumamos que me gusta cuestionar todo, obtenemos los ingredientes perfectos para un abogado; y en eso me convertí una vez me gradué.

Mientras cursaba la carrera, estuve los dos últimos años trabajando como técnico jurídico en un bufete de abogados, el mismo en el que trabajé después de licenciarme. Por lo tanto, a diferencia de mis compañeros de estudios, yo empecé a ejercer mi profesión con ventaja y rápidamente comencé a crear un buen renombre. Esto me duró solo un año, pues tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: migrar. Se me presentó la oportunidad a finales de 2022; solo tenía 25 años y la aproveché. En gran medida, gracias a esa decisión nació el libro del que soy autor, A contracorriente.

Soy un fiel defensor de las libertades personales y de los derechos de las personas, así como de la igualdad de todos ante la ley. Soy un gran opositor a cualquier régimen totalitario o absolutista y estoy totalmente en contra de la guerra; da igual los motivos: estoy seguro de que siempre se puede evitar.

Tuve la oportunidad de vivir una reforma legislativa en mi país y fui uno de los tantos juristas encargados de explicarle a la población en qué consistía la nueva Ley de las Familias, en la que, por primera vez en Cuba, se permitía el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Tuve muchas discusiones acaloradas con personas retrógradas que se oponían a esto, y lo cierto es que tuve bastante éxito, así que puedo decir orgullosamente que colaboré de forma activa en lograr una mejor sociedad.

Por lo demás, creo que no hay mucho más que decir. Me gusta jugar al fútbol —aunque soy malísimo, la verdad—; me gusta la música de los 80, 90 y 2000; y juego bastante en la PC, aunque tampoco es que sea uno de los mejores, pero en ambos casos lo hago por diversión.

2º Tu novela A contracorriente está inspirada en tu propia historia. ¿Qué te impulsó a transformar tu experiencia personal en una obra literaria?

Mi mayor motivación para escribir este libro es que mi historia no es solo mía: es la de miles de cubanos que antes que yo tomaron el mismo camino, y a la vez es la historia de otros miles que están a punto de tomarlo. Es hora de que el mundo conozca bien la realidad de un país como el mío: Cuba. En esa isla tropical donde nací no todo es tabaco, playa y ron, como el gobierno les vende a los turistas.

Desde que llegué a España me di cuenta de que mucha gente piensa erradamente sobre mi país y se ha atrevido incluso a preguntarme por qué alguien abandonaría semejante “paraíso”. Tratar siquiera de explicarles que lo que ven en la prensa oficial cubana dista mucho de la realidad es todo un reto; muchos me miraban incrédulos ante mis relatos. Nadie entendía el motivo de tomar el camino que tomé: me preguntaban por qué no me subí a un avión y vine a España, si ese era mi objetivo. ¿Cómo le explicamos al mundo que Cuba es una isla prisión? Eso es muy difícil, créanme.

Cuando recién llegué a este país estuve colaborando en una ONG que ayudaba a los migrantes a encontrar su camino, otros que, como yo, emigraron para buscar un futuro. De muchas nacionalidades diferentes, pero la mayoría venía en avión, y se quedaban perplejos con mi historia. Muchos de ellos fueron quienes me animaron a escribir este libro.

Mi intención con este libro es que el mundo conozca una parte de la verdad de Cuba y del comunismo en el que se vive allí, que nos impulsa a aventurarnos hacia lo desconocido y a enfrentarnos a cientos de obstáculos solo por un mejor futuro.

Hansel Hernández Monzón - Autor A Contracorriente

3º El título sugiere una lucha constante. ¿Qué significa para ti “ir a contracorriente”?

A veces toca ir a contracorriente para lograr algo mejor, algo nuevo, algo importante; y qué mejor ejemplo de esto que el salmón, que lucha contra el río y sus peligros solo para asegurar un futuro a la siguiente generación. Efectivamente, el título significa una lucha constante y, para los cubanos, se ve reflejado en la lucha diaria por sobrevivir: en imponernos a la cruda realidad, en buscar cómo evadir una ley injusta solo para poder comer, en enfrentarnos a la migración para conseguir algo de paz y tranquilidad y, más importante aún, para que quienes vengan detrás puedan librarse de ese horror.

Para mí, esa palabra tiene mucho peso: es oponerse a un régimen que trata de controlarnos al máximo y nos suprime la libertad y los derechos fundamentales. Es una lucha que no acaba.

4º En el libro narras tu huida de Cuba y tu recorrido por Europa. ¿Cuál fue el momento más difícil de ese viaje y cómo lo reflejas en la novela?

Hubo muchos momentos complicados en mi viaje, pero creo que el más difícil fue cuando tuve que ver a mis padres cruzar un río, con una fuerte corriente y muy crecido, en una balsa frágil y de mala calidad, tirada por una fina cuerda que ya se había partido con anterioridad. Si por la razón que fuese alguno de mis padres caía al agua —en especial mi madre—, no sé qué habría sido de mí. La corriente los habría arrastrado cientos o miles de metros en el mejor de los casos; en el peor, no quiero ni nombrarlo.

Sin contarles exactamente cómo está en el libro, puedo decirles que fue un trago muy amargo y una decisión muy difícil de tomar. Las lágrimas sobraron, y el pavor que me causó es algo que, a día de hoy, aún me inspira mucho temor. Fue un reto detrás de otro; ese fue el que más me impactó, y doy gracias a la vida por haberlo superado, así como a mis padres por tener la entereza requerida en ese momento y su plena confianza en mi juicio.

5º ¿Qué papel juega la esperanza en tu historia? ¿Hubo momentos en los que pensaste en rendirte?

La esperanza, en mi historia, lo es todo. Gracias a ella fue que logramos llegar a España. Una vez que nos subimos a ese avión que nos sacó de Cuba, lo único que teníamos era la esperanza. Todas nuestras pertenencias se vieron reducidas a lo que podíamos cargar; todo lo que habíamos logrado en nuestro país quedó en un recuerdo. Nos tocaba empezar de cero, y para eso teníamos que llegar a España.

Todo lo que nos empujaba a seguir era la esperanza de que, una vez alcanzado nuestro destino, las cosas serían mejores; que habría valido la pena tanto estrés, tanto miedo, tanto sufrimiento y tanto sacrificio. La esperanza era lo único que nos quedaba: era el fuego que nos calentaba y la mano que nos consolaba. Nos estábamos apoyando en algo que no conocíamos, pero sabíamos que peor que Cuba no podía ser. No podíamos claudicar; no estaba permitido, y no lo estará nunca.

6º Muchos lectores sienten que A contracorriente es tanto una historia de supervivencia como de identidad. ¿Cómo cambió tu visión de ti mismo a lo largo del camino?

Pues debo decirles que ese tortuoso camino que enfrenté me ha aportado, y mucho. De repente, y sin yo quererlo, me convertí en el faro de mis padres y de quienes me acompañaban. Sentí esa presión de la responsabilidad adquirida y trataba de controlar algo más grande de lo que podía. Lo hice lo mejor que pude: logramos nuestro objetivo sin daños mayores, más allá de un impactante recuerdo lleno de escenas memorables —para bien y para mal— que a menudo mi cerebro trata de olvidar.

Sentí que maduré muchos años en solo unos días; por un momento, el rol de padre e hijo se había intercambiado. Me sentí como el protector y responsable de mi familia. Creo que adquirí una mayor templanza, una mayor capacidad de reacción ante la adversidad. A veces debemos pasar por un infierno solo para estar preparados para el siguiente. La vida me depara aún muchos retos, pero, si logré pasar ese, lo que venga será mucho más fácil.

7º ¿Qué sentiste al revivir tu pasado durante la escritura? ¿Fue un proceso terapéutico, doloroso o liberador?

Revivir todo eso durante el proceso de redacción me hizo desenterrar algunos recuerdos que mi mente, como mecanismo de autopreservación, había eliminado. Fue un altibajo constante de emociones, de sentimientos, de lágrimas. Lloré, y mucho: tanto de alegría como de miedo. Recordarlo todo no fue fácil. Hoy me río de ello y lo cuento como si se tratara de la hazaña de un niño; me harto de orgullo por haberlo hecho. Pero, mientras escribía, la cosa era distinta: había frases y palabras que se clavaban como puñales, y algunas sé que jamás olvidaré.

Creo que, de cierta forma, fue liberador, terapéutico y doloroso a la vez. Bueno, en dependencia del capítulo, claro; pero, en el fondo, siento que me hizo mucho bien.

8º En la novela aparecen lugares, personas y decisiones que marcan tu viaje. ¿Hubo algún encuentro que te cambió para siempre?

Creo que una de las partes que más me marcó fue cuando me bajé del autobús en Barcelona. No me lo podía creer: veía carteles en español y catalán, y escuchaba a la gente hablar en mi mismo idioma. Durante cuatro meses apenas pude hablar en español con otras personas que no fueran mi familia u otro cubano y, la verdad, para una persona tan habladora como yo, eso es difícil. Pero creo que, en realidad, el impacto vino por el hecho de que habíamos llegado al final de ese largo camino. No me lo podía creer: después de todo lo pasado, lo habíamos logrado.

9º¿Qué mensaje te gustaría que los lectores se llevaran después de leer A contracorriente?

El mensaje que quiero que se lleven es que, por muy difícil que parezca el camino, sí se puede. Resistan, perseveren, sean obstinados y confíen en que sí es posible. Nunca se rindan. Quiero que los lectores se queden con ese mensaje esperanzador: que, por muy complicadas que se vean las cosas y por muy difíciles que sean las decisiones que deban tomar, si tu causa es buena, entonces no te rindas. Sigue una y otra vez a pesar de los obstáculos; si se te hace muy difícil, paras, piensas, pides ayuda si hiciera falta y sigues. De los cobardes no se ha escrito nada.

Y el otro mensaje que quiero que se lleven los lectores es que la realidad de Cuba dista mucho de las postales, de las hermosas playas, de la fiesta eterna. Es una manera de crear conciencia, también, de que no todo es lo que parece; de que mi país lo está pasando muy mal y de que mi voz es la de millones de cubanos que buscan un cambio, un mejor futuro.

10ºMirando hacia atrás, si pudieras hablar con el Hansel que decidió marcharse de Cuba, ¿qué le dirías hoy?

Si pudiera hablar con mi yo del pasado, le diría tantas cosas, pero al final creo que cualquier cosa que tuviera que decirle ya él lo sabía. Por supuesto, de haber sabido el futuro, tal vez mi camino hubiese sido más fácil, pero igualmente creo que valió la pena: fueron muchas lecciones de vida que ahora atesoro. Así que seguramente no hubiese tratado de influir mucho en lo sucedido; al fin y al cabo, eso fue lo que me trajo hasta aquí.

 

Sí hay una cosa que le diría, y es: “Lo van a lograr tú y tus padres, todo irá bien”. Creo sinceramente que con esas palabras me bastarían; ese reforzamiento de confianza no viene mal antes de enfrentarse a un gran reto y me daría un poco más de fuerza. Aunque, muy en lo profundo, creo que esas palabras me las dije a mí mismo antes de abandonar mi hogar.

 

Tomamos una decisión: “quemar las naves”, como hizo Alejandro Magno y, después, Hernán Cortés en sus días. La suerte estaba echada, y no creo que haya algo que le pueda decir a mi yo del pasado para que cambie de opinión. Estoy seguro de que

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